Las TIC trajeron cambios considerables en su inserción a la sociedad, atravesando la vida de los individuos, desde múltiples ámbitos, como por ejemplo en la economía (modos de producción, de difusión de los productos y su oferta, nuevos sectores industriales, etc.), en la política, en la cultura, entre otros.
Ante lo cual el estar conectado es fuertemente condicionante en la participación social. Y en este sentido surge la inquietud acerca de cuál es el papel de las instituciones educativas. Así, en el caso de las "cuestionadas" redes sociales surgiría un rol interesante al presentar referencias y debates comunes acerca de qué es beneficioso/oportuno ser/hacer público, qué se estima de debe integrar una conversación colectiva y de la discusión política y cultural de la sociedad.Y esto se transfiere a distintas posibilidades que presenta el acceso a las TIC en el ámbito educativo ante lo que se demandan compromisos institucionales con la producción y la transmisión del saber.
Por otro lado, debe presentarse la posibilidad de des-conectarse de estas redes, sin perder de vista la formación de un ciudadano autónomo en la que estamos trabajando, en ejercicio de sus derechos por opción personal, a partir de conocimientos que le permitan sustentar sus elecciones.
Así se propone un imaginario de aulas donde las pantallas esten al servicio del enseñar, del aprender, a la vez que de la diagramación de proyectos personales y colectivos, compatibilizando involucramiento y distancia crítica como punto de partida propicio de inserción de las instituciones educativas en la cultura digital.
(Ideas destacadas del artículo de I. Dussel y M. Southwell en "El monitor de la educación", Nº26, Septiembre 2010).
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